Estoy muy emocionada de poder escribir sobre esta marinera, que justo al probarla me salió sólo de la boca (y del corazón) un "joder, está de puta madre". Cuando me la acabé, mi primer impulso fue pedirme otra pero me cortó el rollo mi acompañante. Habíamos quedado para comer en otro sitio muy a mi pesar.
La ensaladilla súper súper sabrosa. Esponjosa. Textura de dioses. Suave como una nube. Poesía para el paladar, pero de la buena, no esas que te escriben los bohemios de padres ricos para meterla en caliente. Se merece un premio de verdad, en un combate a muerte con mi otra marinera favorita no sé quién ganaría ahora mismo(Puedes verla aquí). La rosquilla crujiente de las buenas y la anchoa quizá lo más normalito pero en conjunto, maravilloso.
El bar además está muy guay, en la huerta. Es otro de esos sitios donde puedes comprar también papel higiénico y tienen un garrote colgado en la pared para los morosos. La terraza es muy agradable salvo por el hecho de que es frecuentado por ciclistas, el enemigo natural de cualquier ser humano que merezca la pena; hacen daño a la vista, al oído y al olfato. Recomiendo también la magra con tomate, probablemente la mejor que he probado, y es famoso por su pulpito. Definitivamente, tienes que ir.

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